Las cocinas, como las lenguas, tienen un vigoroso carácter comunicativo. Ellas están cargadas de símbolos y estos a través de convenciones transmiten enriquecedoras cargas de sentido. Por ello las cocinas también están dotadas de una gramática. Los sabores, texturas y sus combinaciones son como los acentos en las lenguas y comunican un mensaje inteligible para el comensal. La antropóloga canadiense Gillian Crowther considera que toda cocina está situada en un área o en un lugar específico y se halla influenciada por la historia y el medio ambiente. Los cambios económicos y tecnológicos dejan una huella en la cocina, pues, estas no son estáticas, pero sus cambios no son caprichosos ni arbitrarios. El género, la edad, la pertenencia étnica y la posición social permean nuestra percepción e interacción con la cocina y nos llevan a encontrar, en la misma sociedad, versiones complejas y enriquecidas de una misma preparación y otras más sencillas y simplificadas pero igualmente válidas desde lo social. La cocina materializa un orden social y el lugar de las personas dentro de este.
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